Los violines del lutier italiano se han visto envueltos en más mitos que cualquier otro instrumento musical en la historia. Diversas investigaciones, como por ejemplo la del equipo de Mats Tinnsten y Peter Carlsson de la Universidad de Suecia Central en 2005 sobre la que ya hablamos entonces en NCYT de Amazings, han intentado desentrañar el misterio de por qué suenan tan bien. Su sonoridad no se debe tan sólo a la forma del violín, sino también al material de construcción, una madera de un tipo particular, y también se ha tenido en cuenta que esos violines tienen tres siglos de edad. Por ejemplo, se ha debatido mucho acerca de hasta qué punto la física subyacente en el proceso de envejecimiento de ciertas maderas dota de una sonoridad más cristalina a la caja de resonancia de determinados violines según transcurren los siglos, lo que apoyaría la hipótesis de que los Stradivarius suenan mejor ahora que en vida de su creador.
Un avance notable hacia el esclarecimiento del enigma de la sonoridad de los Stradivarius es el logrado por el profesor suizo Francis W. M. R. Schwarze (Laboratorios Federales Suizos de Ciencia y Tecnología de los Materiales), quien ha modificado con éxito la madera destinada a la fabricación de un violín. Esta modificación la ha hecho tratándola con hongos especiales. Este tratamiento altera las propiedades acústicas del instrumento, haciendo que su sonido sea tan parecido al de un Stradivarius como para engañar a los eruditos.
Estudio informático de un Stradivarius realizado en su día por el equipo de Mats Tinnsten y Peter Carlsson. (Foto: Mittuniversitetet)
Densidad baja, velocidad de sonido alta y módulo de elasticidad alto, son cualidades esenciales de una madera con la que fabricar violines de sonoridad exquisita. Para sus violines, Antonio Stradivari utilizó una madera especial que había crecido en el período frío entre 1645 y 1715, la etapa principal de lo que se conoce como la Pequeña Edad de Hielo y cuyos efectos fueron claramente experimentados por Europa. Durante esos inviernos largos y los veranos frescos, la madera en los árboles creció de modo especialmente lento y uniforme, adquiriendo así una baja densidad y un alto módulo de elasticidad. Hasta ahora, para los fabricantes actuales de violines una madera con semejantes cualidades tonales era un material inalcanzable.
Los avances del profesor Schwarze pronto podrían cambiar esta situación, permitiendo que se pudiera contar con madera de una calidad similar para la fabricación de violines. Schwarze descubrió dos especies de hongos (Physisporinus vitreus y Xylaria longipes) que actúan de forma natural sobre los dos tipos principales de madera usados para la fabricación de violines, y lo hacen de un modo tal que mejoran su calidad tonal. Entre otras cosas, los hongos reducen la densidad de la madera.
Una vez la madera alcanza el estado idóneo, se le aplica un tratamiento químico para matar a los hongos e impedir que acaben arruinando el material.
Ya en algunas de las primeras pruebas, en 2009, la interpretación musical por parte de un violinista virtuoso con un Stradivarius auténtico fabricado en 1711 y el nuevo obtenido gracias a los hongos, logró engañar al público y a un jurado de expertos, quienes creyeron equivocadamente que el Stradivarius verdadero era el creado gracias a los hongos.
Actualmente Schwarze está trabajando en un proyecto interdisciplinario encaminado a desarrollar un tratamiento para maderas de violín que permita controlar con gran precisión la calidad resultante, y ya ha obtenido resultados exitosos, fiables y reproducibles. Está previsto que, hasta 2014, se fabriquen otros 30 violines más con esa madera tratada mediante hongos.
Tal como razona Schwarze, la incorporación eficaz de métodos biotecnológicos para el tratamiento de madera destinada a cajas de resonancia de violines, en el futuro podría permitir que los músicos jóvenes que intentan perfeccionar su técnica tuvieran la oportunidad de tocar con violines dotados de la calidad acústica de un caro Stradivarius, un instrumento que muchos violinistas no han podido tocar jamás debido al limitadísimo acceso que se tiene a tales violines.
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