martes, 30 de abril de 2013

El tema tratado en este artículo es delicado, porque gravita entre el derecho a la información y el derecho que tiene una persona de no ser discriminada por estar enferma.

En la era de internet, en la cual hasta es posible ver un video grabado por el propio asesino poco antes de una masacre, en el que explica sus ideas y hasta muestra sus armas, mucha gente puede sentirse horrorizada por la matanza y por su autor. Ante esas matanzas, los foros de los periódicos se llenan de comentarios de indignación por todo el daño causado por el demente, de empatía hacia las víctimas y sus familiares, y también de temor a sufrir algún día la misma clase de desgracia que ellos.

Por otro lado, está la situación de aquellas personas que padecen una enfermedad mental de las consideradas como graves y que por este mero hecho se convierten a ojos de la sociedad en candidatas permanentes a cometer un asesinato, o se olvida que es una enfermedad lo que las hace ser como son.

Con el objetivo de explorar los sentimientos del público cuando estalla una tragedia provocada por un enfermo mental, y también la situación de las personas estigmatizadas socialmente por sufrir una enfermedad mental, un equipo de investigación de la Escuela Bloomberg de Salud Pública adscrita a la Universidad Johns Hopkins en Baltimore, Estados Unidos, se valió de una muestra de 1.797 adultos de Estados Unidos, seleccionados al azar y clasificados en cuatro grupos: Un grupo de control que no leyó ninguna noticia, un grupo que leyó una noticia que describía una matanza de personas acribilladas por un sujeto con una enfermedad mental grave, un grupo que leyó la noticia anterior pero incluyendo una propuesta para restringir el acceso a armas para las personas con graves enfermedades mentales, y un grupo que leyó la misma noticia de la masacre pero incluyendo una propuesta para prohibir cargadores de gran capacidad (los que permiten disparar muchas balas antes de tener que volver a recargar de municiones el arma). En países como Estados Unidos, donde el ciudadano tiene un acceso muy fácil a una amplia variedad de armas de fuego, a menudo el tema de las masacres cometidas con estas armas, más peligrosas que las armas blancas (cuchillos y demás), se mezcla con el debate sobre si el acceso a ese tipo de armamento debería restringirse mucho más.

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La globalización periodística de las masacres a balazos perpetradas por dementes aumenta el rechazo social hacia las personas con una enfermedad mental grave. (Foto: Amazings / NCYT / JMC)

Es importante dejar claro que en este nuevo estudio no se ha pretendido juzgar a nadie por sus opiniones. La investigación se orientó tan sólo a averiguar hasta qué punto las crónicas de los medios de comunicación sobre masacres perpetradas a balazos por dementes, influyen en las actitudes del público hacia las personas con alguna enfermedad mental grave.

Muchas investigaciones previas demuestran que la gran mayoría de personas con una enfermedad mental grave no son violentas, y que la relación entre una enfermedad mental grave y la violencia ejercida por la persona enferma contra gente de su entorno es compleja y requiere que coincidan varios factores. Sin embargo, la creencia popular es justo lo contrario: Que la mayoría de personas con una enfermedad mental grave son muy agresivas y sienten impulsos asesinos.

En el nuevo estudio, el equipo de Emma (Beth) E. McGinty, Daniel Webster y Colleen Barry constató con las siguientes cifras el alcance de esa influencia sobre el rechazo social al enfermo mental ejercida por la globalización periodística de las masacres cometidas a balazos por dementes:

Las noticias que describían una de tales matanzas aumentaron las actitudes negativas hacia las personas con una enfermedad mental grave, así como el apoyo a la restricción de armas para personas con una enfermedad mental y a las políticas de prohibición de cargadores de gran capacidad para balas. Entre los participantes del estudio que leyeron una crónica en la que se narraba una masacre a balazos cometida por un desequilibrado mental, el 79 por ciento apoyó las políticas de restricción de armas para los enfermos mentales. Esa opinión sólo la compartió el 71 por ciento de los integrantes del grupo de control. El 54 por ciento de los encuestados que leyeron una noticia sobre una de esas masacres opinaron que las personas con una enfermedad mental grave son peligrosas. Esa opinión sólo la expresó el 40 por ciento de los miembros del grupo de control.

La utilidad pública de difundir una matanza hecha con armas de fuego por un enfermo mental es por tanto discutible; aporta cosas buenas y cosas malas. Aparte, naturalmente, está el derecho de la gente a acceder a la información.

"La conmoción pública que sigue a una masacre a balazos es vista a menudo como una oportunidad para obtener el apoyo de la gente a políticas de restricción de armas. Este estudio muestra que el apoyo público a dichas políticas se incrementa después de leer noticias sobre una masacre de esa clase", destaca McGinty. "Sin embargo, también hemos constatado que las actitudes negativas del público hacia las personas con una enfermedad mental grave se exacerban ante las crónicas de los medios de comunicación sobre las masacres a balazos perpetradas por alguien con una enfermedad mental grave".

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