martes, 30 de abril de 2013


Entrega del podcast Quilo de Ciencia, realizado por Jorge Laborda (catedrático de Bioquímica y Biología Molecular de la Universidad de Castilla-La Mancha), en Ciencia para Escuchar, que recomendamos por su interés.

La causa más común de sordera es la degeneración y muerte de unas células ciliadas situadas en el órgano de Corti, en el oído interno. Dicha degeneración puede estar causada por sonidos intensos, por sustancias tóxicas, o simplemente por edad avanzada. 

A diferencia de lo que sucede en peces, reptiles, anfibios y aves, los cuales pueden regenerar las células ciliadas si las han perdido, los mamíferos, incluido el ser humano, son incapaces de la misma proeza. Una vez muertas, las células ciliadas humanas no se pueden volver a generar. 

Ahora, una nueva investigación ha permitido regenerar las células ciliadas en ratones y abre una puerta a la esperanza para las personas con ciertos tipos de sordera.


Entrega del podcast Quilo de Ciencia, realizado por Jorge Laborda (catedrático de Bioquímica y Biología Molecular de la Universidad de Castilla-La Mancha), en Ciencia para Escuchar, que recomendamos por su interés.

La causa más común de sordera es la degeneración y muerte de unas células ciliadas situadas en el órgano de Corti, en el oído interno. Dicha degeneración puede estar causada por sonidos intensos, por sustancias tóxicas, o simplemente por edad avanzada. 

A diferencia de lo que sucede en peces, reptiles, anfibios y aves, los cuales pueden regenerar las células ciliadas si las han perdido, los mamíferos, incluido el ser humano, son incapaces de la misma proeza. Una vez muertas, las células ciliadas humanas no se pueden volver a generar. 

Ahora, una nueva investigación ha permitido regenerar las células ciliadas en ratones y abre una puerta a la esperanza para las personas con ciertos tipos de sordera.


Entrega del podcast Quilo de Ciencia, realizado por Jorge Laborda (catedrático de Bioquímica y Biología Molecular de la Universidad de Castilla-La Mancha), en Ciencia para Escuchar, que recomendamos por su interés.

La causa más común de sordera es la degeneración y muerte de unas células ciliadas situadas en el órgano de Corti, en el oído interno. Dicha degeneración puede estar causada por sonidos intensos, por sustancias tóxicas, o simplemente por edad avanzada. 

A diferencia de lo que sucede en peces, reptiles, anfibios y aves, los cuales pueden regenerar las células ciliadas si las han perdido, los mamíferos, incluido el ser humano, son incapaces de la misma proeza. Una vez muertas, las células ciliadas humanas no se pueden volver a generar. 

Ahora, una nueva investigación ha permitido regenerar las células ciliadas en ratones y abre una puerta a la esperanza para las personas con ciertos tipos de sordera.

Una nueva investigación sugiere que el aire exhalado por una persona al respirar contiene una "huella dactilar" química que es exclusiva de cada persona y que refleja su estado de salud. Si esto se confirma, sería factible valerse de esta "huella dactilar" para diagnosticar enfermedades basándose en el análisis químico del aire exhalado por el paciente al respirar, y empleando para dicho análisis métodos muy sensibles y precisos.

Los fluidos corporales contienen mucha información sobre el estado de salud de una persona. Los médicos utilizan de forma rutinaria los análisis de sangre y orina para detectar eventuales indicios de enfermedades infecciosas o metabólicas, a fin de diagnosticar enfermedades de todo tipo, desde cáncer al mal funcionamiento de un órgano, y también para verificar las dosis realmente tomadas de los medicamentos, basándose para este último caso en la presencia y abundancia de estos compuestos en los fluidos corporales.

Investigadores del Instituto Federal Suizo de Tecnología, en Zúrich, y del Hospital Universitario de Zúrich, proponen ahora extender tales análisis más allá de los fluidos corporales tradicionales, alcanzando ese campo descrito del análisis del aire exhalado al respirar, aprovechando modernos métodos analíticos de alta resolución que pueden proporcionar información en tiempo real sobre la composición química pormenorizada de una muestra de aire.

Estos científicos desarrollaron una versión basada en instrumentos científicos de un principio que ha sido durante mucho tiempo conocido en la medicina china tradicional: El de extraer conclusiones sobre el estado de la salud de un paciente basándose en el olor de su aliento. También se sabe que los perros debidamente adiestrados, y hasta las ratas, pueden distinguir en el aliento de una persona diferencias que dependen de si esa persona está sana o por lo contrario padece de alguno de ciertos tipos de cáncer.

El equipo del químico Renato Zenobi planea perfeccionar por medios artificiales esta capacidad de detección, de tal modo que la tecnología preparada específicamente para este menester permita identificar con gran certeza los compuestos químicos presentes en el aliento de las personas. Gracias a ello, los médicos deberían poder valerse de compuestos específicos presentes en el aliento en concentraciones diminutas pero delatadoras, para hacer diagnósticos.

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Usando un espectrómetro de masas, los investigadores analizaron el abanico de sustancias químicas presente en el aliento de los sujetos de estudio. (Foto: Xue Li / ETH Zurich)

La espectrometría de masas puede ser la base para dicha tecnología, tal como se ha demostrado en un reciente estudio donde los investigadores del Instituto Federal Suizo de Tecnología (también conocido como Escuela Politécnica Federal) analizaron el aire exhalado por once voluntarios. El equipo de investigación constató que la "huella dactilar" química del aire exhalado al respirar, mayormente integrada por metabolitos volátiles y semivolátiles, muestra un patrón esencial que es característico del individuo. Se comprobó que el aliento de cada voluntario tenía su propia "huella dactilar" química.

Después de mediciones sistemáticas durante 11 días, los investigadores tuvieron claro que esa huella metabólica en el aliento se mantenía igual para cada persona bajo condiciones normales de salud, con sólo algunas pequeñas variaciones a lo largo del día. Por tanto, el patrón químico en el aliento de cada persona era lo bastante estable como para ser útil como herramienta de diagnóstico. Un cambio acentuado sólo podría significar una anomalía en el metabolismo de la persona.

El próximo paso que el equipo de Zenobi y Pablo Martinez-Lozano Sinues planea dar es aprender a reconocer los patrones químicos del aliento característicos de enfermedades específicas. A tal fin, el equipo está colaborando con un grupo de médicos de la División de Medicina Pulmonar en el Hospital Universitario de Zúrich, entre quienes figura Malcolm Kohler, que también ha trabajado en la investigación inicial.
Las acumulaciones anómalas de ciertas proteínas en células cerebrales son típicas de enfermedades neurológicas como por ejemplo el Mal de Parkinson. En los últimos años, ha habido mucha controversia sobre la estructura de una de esas proteínas, conocida como alfa-sinucleína.

Durante décadas, los científicos han considerado que la alfa-sinucleína, la cual forma acumulaciones conocidas como cuerpos de Lewy en neuronas y otras células nerviosas, es intrínsecamente desordenada y desmadejada. Sin embargo, en 2011, el neurólogo Dennis Selkoe de la Universidad de Harvard, en Cambridge, Massachusetts, Estados Unidos, y sus colaboradores, informaron que después de extraer cuidadosamente alfa-sinucleína de células, encontraron que tenía una estructura plegada muy bien definida.

Ese sorprendente hallazgo desató una controversia científica. Algunos expertos intentaron, sin conseguirlo, reproducir los resultados, pero en cambio unos científicos de la Universidad Brandeis, en Waltham, también de Massachusetts, dirigidos por Thomas Pochapsky y Gregory Petsko, también encontraron esas estructuras plegadas (u ordenadas) en la proteína alfa-sinucleína.

Ante la persistencia de resultados aparentemente contradictorios, la controversia se acrecentó. ¿Había un error? ¿Dónde?

Una nueva investigación, basada en modelación digital, parece haber resuelto la polémica.

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Collin Stultz. (Foto: M. Scott Brauer)

El equipo de Collin Stultz, Thomas Gurry y Orly Ullman, del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), en Cambridge, Estados Unidos, ha descubierto que la proteína puede adoptar cualquiera de los dos estados propuestos, el definible como rígido y ordenado, y el otro que se podría describir como desmadejado y desordenado.

Los cálculos sugieren que la proteína puede conmutar rápidamente entre las configuraciones. Los investigadores también encontraron que cuando la alfa-sinucleína adopta una estructura ordenada, similar a la descrita por Selkoe y sus colaboradores, las porciones de la proteína que tienden a unirse a otras moléculas están sepultadas en lo profundo de la estructura, lo cual explica por qué las formas ordenadas no se acumulan.

Los resultados de la investigación sugieren que forzar a la proteína a adoptar la estructura rígida, en la cual no experimenta el fenómeno nocivo de la acumulación, podría ofrecer una nueva forma de tratar el Mal de Parkinson.

En la investigación también han trabajado Thomas Pochapsky e Iva Perovic de la Universidad Brandeis, y Charles Fisher de la Universidad de Harvard.
El tema tratado en este artículo es delicado, porque gravita entre el derecho a la información y el derecho que tiene una persona de no ser discriminada por estar enferma.

En la era de internet, en la cual hasta es posible ver un video grabado por el propio asesino poco antes de una masacre, en el que explica sus ideas y hasta muestra sus armas, mucha gente puede sentirse horrorizada por la matanza y por su autor. Ante esas matanzas, los foros de los periódicos se llenan de comentarios de indignación por todo el daño causado por el demente, de empatía hacia las víctimas y sus familiares, y también de temor a sufrir algún día la misma clase de desgracia que ellos.

Por otro lado, está la situación de aquellas personas que padecen una enfermedad mental de las consideradas como graves y que por este mero hecho se convierten a ojos de la sociedad en candidatas permanentes a cometer un asesinato, o se olvida que es una enfermedad lo que las hace ser como son.

Con el objetivo de explorar los sentimientos del público cuando estalla una tragedia provocada por un enfermo mental, y también la situación de las personas estigmatizadas socialmente por sufrir una enfermedad mental, un equipo de investigación de la Escuela Bloomberg de Salud Pública adscrita a la Universidad Johns Hopkins en Baltimore, Estados Unidos, se valió de una muestra de 1.797 adultos de Estados Unidos, seleccionados al azar y clasificados en cuatro grupos: Un grupo de control que no leyó ninguna noticia, un grupo que leyó una noticia que describía una matanza de personas acribilladas por un sujeto con una enfermedad mental grave, un grupo que leyó la noticia anterior pero incluyendo una propuesta para restringir el acceso a armas para las personas con graves enfermedades mentales, y un grupo que leyó la misma noticia de la masacre pero incluyendo una propuesta para prohibir cargadores de gran capacidad (los que permiten disparar muchas balas antes de tener que volver a recargar de municiones el arma). En países como Estados Unidos, donde el ciudadano tiene un acceso muy fácil a una amplia variedad de armas de fuego, a menudo el tema de las masacres cometidas con estas armas, más peligrosas que las armas blancas (cuchillos y demás), se mezcla con el debate sobre si el acceso a ese tipo de armamento debería restringirse mucho más.

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La globalización periodística de las masacres a balazos perpetradas por dementes aumenta el rechazo social hacia las personas con una enfermedad mental grave. (Foto: Amazings / NCYT / JMC)

Es importante dejar claro que en este nuevo estudio no se ha pretendido juzgar a nadie por sus opiniones. La investigación se orientó tan sólo a averiguar hasta qué punto las crónicas de los medios de comunicación sobre masacres perpetradas a balazos por dementes, influyen en las actitudes del público hacia las personas con alguna enfermedad mental grave.

Muchas investigaciones previas demuestran que la gran mayoría de personas con una enfermedad mental grave no son violentas, y que la relación entre una enfermedad mental grave y la violencia ejercida por la persona enferma contra gente de su entorno es compleja y requiere que coincidan varios factores. Sin embargo, la creencia popular es justo lo contrario: Que la mayoría de personas con una enfermedad mental grave son muy agresivas y sienten impulsos asesinos.

En el nuevo estudio, el equipo de Emma (Beth) E. McGinty, Daniel Webster y Colleen Barry constató con las siguientes cifras el alcance de esa influencia sobre el rechazo social al enfermo mental ejercida por la globalización periodística de las masacres cometidas a balazos por dementes:

Las noticias que describían una de tales matanzas aumentaron las actitudes negativas hacia las personas con una enfermedad mental grave, así como el apoyo a la restricción de armas para personas con una enfermedad mental y a las políticas de prohibición de cargadores de gran capacidad para balas. Entre los participantes del estudio que leyeron una crónica en la que se narraba una masacre a balazos cometida por un desequilibrado mental, el 79 por ciento apoyó las políticas de restricción de armas para los enfermos mentales. Esa opinión sólo la compartió el 71 por ciento de los integrantes del grupo de control. El 54 por ciento de los encuestados que leyeron una noticia sobre una de esas masacres opinaron que las personas con una enfermedad mental grave son peligrosas. Esa opinión sólo la expresó el 40 por ciento de los miembros del grupo de control.

La utilidad pública de difundir una matanza hecha con armas de fuego por un enfermo mental es por tanto discutible; aporta cosas buenas y cosas malas. Aparte, naturalmente, está el derecho de la gente a acceder a la información.

"La conmoción pública que sigue a una masacre a balazos es vista a menudo como una oportunidad para obtener el apoyo de la gente a políticas de restricción de armas. Este estudio muestra que el apoyo público a dichas políticas se incrementa después de leer noticias sobre una masacre de esa clase", destaca McGinty. "Sin embargo, también hemos constatado que las actitudes negativas del público hacia las personas con una enfermedad mental grave se exacerban ante las crónicas de los medios de comunicación sobre las masacres a balazos perpetradas por alguien con una enfermedad mental grave".

Unos investigadores de la Universidad de Toronto en Canadá han determinado que jugar, aunque sea durante poco tiempo, con videojuegos de acción, específicamente del tipo de esos en los que hay que disparar contra enemigos o pilotar un vehículo a gran velocidad y en condiciones peligrosas, mejora la capacidad de búsqueda de un objetivo oculto entre señales irrelevantes y dentro de escenarios complejos.

En estudios anteriores, ya se llegó a la conclusión de que los videojuegos pueden reforzar habilidades importantes, como por ejemplo la rapidez de reflejos, o incluso la agudeza visual. 

A este último efecto, los redactores de NCYT de Amazings ya le dedicamos un artículo completo (http://www.amazings.com/ciencia/noticias/160307a.html), publicado el 16 de marzo de 2007. Estudios más recientes, realizados en diferentes laboratorios, incluyendo uno de la Universidad de Toronto, han mostrado que jugar con videojuegos del tipo en que todo lo importante se percibe desde la perspectiva visual del personaje encarnado por el jugador (videojuegos en primera persona) y en los que hay que disparar contra enemigos, puede mejorar otros aspectos de la atención visual, pero, que se sepa, ningún estudio anterior había demostrado hasta ahora que la capacidad visual de localizar cosas también mejora gracias a jugar con videojuegos de esa clase.

Poder hacer búsquedas visuales eficaces y precisas es esencial para muchos trabajos. Es necesario para la revisión de equipajes, para interpretar radiografías, escaneos mediante resonancia magnética por imágenes (MRI) e imágenes satelitales, para no dejarse engañar por un camuflaje, o incluso simplemente para localizar la cara de un amigo en una muchedumbre.
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Todo apunta a que los videojuegos de acción pueden mejorar la capacidad de localización visual del jugador. (Imagen: Recreación artística de Jorge Munnshe en Amazings / NCYT)

En el primero de los experimentos del estudio, el equipo de los psicólogos Ian Spence y Sijing Wu comparó jugadores y no jugadores de videojuegos de acción en tres tareas de búsqueda visual, y encontró que los jugadores experimentados eran más eficientes.

Para mayor seguridad, y atendiendo a la posibilidad de que esta diferencia pudiera ser el resultado de una superioridad preexistente en los jugadores experimentados en comparación con quienes no jugaban con esos videojuegos, fue necesario levar a cabo un experimento de entrenamiento para determinar si jugar con videojuegos de acción podía mejorar las habilidades de búsqueda visual.

En el segundo experimento, 60 participantes, que no habían jugado anteriormente con videojuegos, jugaron durante un total de 10 horas en sesiones de entre una y dos horas. De entre los participantes, 20 fueron escogidos al azar para jugar al "Medal of Honor", un videojuego en primera persona en el que hay que disparar contra enemigos. Otros 20 sujetos fueron seleccionados en las mismas condiciones para jugar al "Need for Speed", un videojuego en el que hay que pilotar vehículos a gran velocidad. Los 20 individuos restantes constituyeron el grupo de control, y jugaron con el "Ballance", un videojuego, comparable en algunos aspectos a un rompecabezas tridimensional, en el que hay que mover con cautela bolas a través de pasajes en 3D.

Después de jugar durante sólo 10 horas con el videojuego de disparar contra enemigos o con el de pilotar vehículos a gran velocidad, se constató que esos sujetos de estudio se habían vuelto más rápidos y precisos en las tres tareas de búsqueda visual. Sin embargo, los participantes del grupo de control, que jugaron con ese videojuego de mover con cautela bolas, no tuvieron mejora alguna en su grado de eficiencia con esas tareas de búsqueda visual.

Artículo, del blog Psy’n'thesis, que recomendamos por su interés.

Parece que nuestra personalidad deja su rastro en todo lo que hacemos. Una nueva investigación apunta a que es posible conocer cómo somos atendiendo al uso que hacemos de nuestro teléfono móvil. Y en este caso, no se parte del análisis de nuestra “grafología virtual”, ni del contenido de los SMS y whatsapps que enviamos. Tampoco se trata de “escuchas ilegales” sobre nuestras conversaciones más íntimas. La fuente de información a disposición del “Gran Hermano” en este caso es de fácil acceso… simplemente se basa en los registros que deja nuestra actividad como usuarios de un smartphone.

Las formaciones de hierro en bandas son, a grandes rasgos, rocas sedimentarias químicas integradas por capas alternas de minerales ricos en hierro y minerales ricos en sílice.

Las formaciones de hierro en bandas se han usado en diversos estudios como un modo de inferir la composición del mar en tiempos del Precámbrico temprano, así como para atisbar antiguos procesos microbianos.

Sin embargo, la identidad de los sedimentos originales y su formación han sido tema de fuertes debates, ante la ausencia de evidencias lo bastante fiables como para poder responder debidamente a las preguntas planteadas.

Un análisis de una estructura geológica de aproximadamente 2.500 millones de años, ubicada en Australia Occidental, revela la presencia de abundantes microgránulos compuestos por estilpnomelana.

El equipo de Birger Rasmussen, Daniela B. Meier y Bryan Krapez, de la Universidad Curtin en Australia, así como Janet R. Muhling de la Universidad de Australia Occidental, sugiere que el mineral precursor era un silicato rico en hierro que se formó en la columna de agua o en suelos del fondo marino, y que la textura microgranular pudo haberse desarrollado como consecuencia de la acumulación de barro amorfo.

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Una formación de hierro en bandas en Australia Occidental. (Foto: Beatriz Ribeiro da Luz, U.S. Geological Survey)

Estos investigadores proponen que para la mayor parte del Precámbrico temprano, la persistencia de aguas marinas ferruginosas con elevadas concentraciones de sílice favoreció la formación a gran escala de minerales de silicatos de hierro, que, en los lugares desprovistos de sedimentos continentales, formaron extensos depósitos del tipo de sedimentos que fue precursor de las formaciones de hierro.

Los resultados de este estudio podrían pues aportar un poco de luz al enigma del origen de las formaciones de hierro en bandas, un enigma para el que se han propuesto explicaciones diversas, incluyendo la elaborada en un estudio hecho por el equipo de Yifeng Wang, de los Laboratorios Nacionales estadounidenses de Sandía, y sobre el cual los redactores de NCYT de Amazings escribimos un artículo publicado el 18 de diciembre de 2009 (http://www.amazings.com/ciencia/noticias/181209b.html). Un gran halo de misterio sigue gravitando sobre el origen de las formaciones de hierro en bandas, algunas de las cuales alcanzan nada menos que cientos de kilómetros de longitud.
El supercontinente Pangea era más cálido que cualquiera de la actualidad, incluyendo África.

Así se confirma en una nueva investigación, realizada por el equipo de James J. Zambito y Kathleen C. Benison, del Departamento de Geología y Geografía de la Universidad de Virginia Occidental, en la ciudad estadounidense de Morgantown.

Zambito y Benison han reconstruido las condiciones paleoclimáticas extremas y los cambios en el paleoclima registrados en un estrato de halita que data del Periodo Pérmico, concretamente de hace unos 275 millones de años, y que está ubicado en el subsuelo de Kansas.

Los investigadores determinaron la temperatura que tenía el agua cuando la halita se precipitó. Esta halita del Pérmico tiene características similares a las de la halita que se precipita hoy en lagos efímeros poco profundos, como los del Valle de la Muerte, donde la temperatura del agua de tales lagos es el mejor símil actualmente disponible de lo que pasaba con la halita del Pérmico analizada.

En el Pérmico, las temperaturas máximas del aire en Pangea eran extremadamente calientes, de hasta 73 grados centígrados (unos 165 grados Fahrenheit), y las variaciones diarias de temperatura eran fácilmente de varias decenas de grados centígrados.

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Pangea. (Imagen: NASA)

Además, las tendencias paleoclimáticas registradas en esta halita sugieren que el clima de aquella época era muy variable, habiendo transiciones bastantes rápidas entre esas condiciones de gran calor y sequedad, y condiciones algo más frescas con temperaturas máximas de unos 40 grados centígrados (unos 104 grados Fahrenheit).

Las temperaturas extremadamente altas, las grandes variaciones diarias de temperatura, y las transiciones climáticas abruptas registradas en esta halita proporcionan nuevos y reveladores datos sobre la desglaciación ocurrida en la etapa final de la Era Paleozoica, aproximadamente hace entre 305 y 265 millones de años, cuando la Tierra pasaba de una edad del hielo hacia un clima muy dominado por el efecto invernadero. Los resultados del estudio corroboran dicha transición climática como uno de los mejores análogos del pasado para el cambio climático actual y el pronosticado para el futuro.
El 21 de abril de 1513 el viento soplaba a su favor, pero una fuerza desconocida impedía el avance de las naves de Ponce de León frente a las costas de Florida. Se acababa de descubrir la corriente del Golfo, una corriente oceánica que ha marcado desde entonces la navegación entre América y Europa. Benjamin Franklin la cartografió por primera vez en 1770 y hoy un ejército de científicos, con sus boyas y satélites, vigila que el calentamiento global no apague este termostato climático del Atlántico norte.

Hacía unos días que la expedición de Juan Ponce de León había descubierto Florida, el 27 de marzo del año 1513, día de Pascua Florida. A la semana siguiente tomaron posesión de aquellas tierras para la corona de Castilla, y después, las tres naves que integraban la expedición se dirigieron hacia el sur, hasta fondear el 20 de abril en una costa con cabañas de indios.

“El día siguiente, yendo por el borde de la mar los tres navíos, vieron una corriente que, aunque tenían viento largo, no podían andar adelante, sino atrás; y al fin se conoció que era tanta la corriente, que podía más que el viento. Los dos navíos que se hallaban más cerca de tierra fondearon, pero era tan grande la corriente, que hacía rehilar los cables [del ancla]”.

Así narra el cronista Antonio de Herrera en su Historia General de los Hechos de los Castellanos en las Islas y Tierra Firme del Mar Océano –publicada en 1601 y conocida como las Décadas– lo que se considera la primera evidencia escrita de la corriente del Golfo.

En la misma obra también se cuenta que el 8 de mayo, tras un altercado con los indios, los barcos de Juan Ponce “doblaron el cabo de Florida, que llamaron cabo de corrientes, porque allí corre tanto el agua, que tiene más fuerza que el viento, y no deja ir los navíos adelante, aunque den todas las velas”.

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Reproducción de la Carta (1529) de Diego Ribero. (Foto: National Library of Australia)

Es curioso que estos hechos se sitúen en el libro de Herrera –el único diario del viaje– en 1512, un año antes de lo admitido por los historiadores. “Probablemente es un error en la impresión o un baile de páginas”, aclara a SINC Carmen Martínez, profesora de Historia de América en la Universidad de Valladolid.

“Que el descubrimiento de la Florida fue en 1513 lo confirman las propias referencias de Herrera sobre las jornadas, como el día de Pascua, que aquel año se celebró el domingo 27 de marzo; además de otros documentos como la capitulación que el rey Fernando el Católico le concedió el año anterior o el registro notarial de las embarcaciones para el descubrimiento –29 de enero de 1513– que dio a conocer el historiador monseñor Vicente Murga”, explica Martínez.

La investigadora también destaca el papel de uno de los tres pilotos de la expedición, Antón de Alaminos, considerado, junto a Ponce de León, como el codescubridor de la corriente del Golfo y el primero que supo aprovechar sus ventajas para la navegación.

De hecho, en 1519, tras dejar a Hernán Cortes en México, Alaminos partió de Veracruz a la Habana, y desde allí –de donde tuvo que huir por un conflicto entre el gobernador y sus patrones– navegó de vuelta a España. Sus conocimientos de la corriente le sirvieron para esquivar a sus perseguidores y regresar más rápidamente de lo que antes nadie había conseguido.

Se inauguraba así la ruta oceánica que después han seguido durante siglos los galeones y otros grandes barcos que enlazaban América con Europa. El trayecto de la corriente se inicia en el Caribe y fluye hacia el norte frente a los cayos y la zona occidental de Florida, como saben bien los cazatesoros. Después asciende por la costa este de EE UU hasta el cabo Hatteras, en Carolina del Norte, donde gira hacia el noreste y se adentra en el Atlántico. Al final, sus todavía templadas aguas llegan a las costas occidentales europeas y atemperan su clima.

El primer mapa que muestra este recorrido lo elaboró Benjamin Franklin entre 1769 y 1770, poco antes de la independencia de su país. El científico y político estadounidense, por entonces diputado responsable del servicio postal, contó con la ayuda del capitán ballenero Timothy Folger para recopilar los datos de los buques transatlánticos que llevaban el correo.

Al parecer se habían recibido quejas de que las cartas y paquetes tardaban varias semanas más en llegar de Europa a América que en el sentido contrario. La explicación la ofrecieron Franklin y Folger con la publicación en Londres de la primera cartografía sobre la corriente del Golfo.

Con el paso del tiempo este mapa cayó en el olvido. Durante casi 200 años permaneció en paradero desconocido hasta que en 1980 el oceanógrafo Philip Richardson informó de que lo había encontrado en la Biblioteca Nacional de París. El hallazgo se publicó en la revista Science.

“Hoy también hay una copia en la Biblioteca del Congreso, en Washington DC, y otra en la Biblioteca Naval en Londres”, comenta a SINC Richardson, científico emérito de la Woods Hole Oceanographic Institution (WHOI), una de las instituciones oceanográficas más grandes del mundo.

El veterano investigador ha repasado en un artículo para su organización los avances que a lo largo del siglo XX han permito conocer mejor la corriente del Golfo, así como sus 'meandros' y los anillos o remolinos que se desenganchan del flujo principal. Una figura clave fue Henry Stommel, que descubrió cómo la variación latitudinal del efecto de Coriolis –originado por la rotación de la Tierra– hace que las corrientes oceánicas se intensifiquen hacia el oeste.

Stommel también planteó las dos fuerzas que mueven la corriente del Golfo: el viento –el mismo que lleva las borrascas y anticiclones desde el oeste a la península ibérica–, y la circulación termohalina, que opera como una gigantesca cinta transportadora bajo la superficie del mar. Las cálidas y saladas aguas del trópico circulan por la superficie hacia el norte –con aguas más frías y dulces– y allí se hunden y vuelven por el fondo para cerrar el ciclo.

“Pero las variaciones climáticas podrían cambiar la fuerza del viento y reducir la circulación termohalina, por un incremento de las temperaturas y el aporte de agua dulce desde los glaciares y la capa de hielo”, advierte Richarson, quien sospecha “que la corriente del Golfo cambiará con el calentamiento global”.

Desde las Azores, y a bordo del buque Sarmiento de Gamboa, el investigador Jordi Font del Instituto de Ciencias del Mar (CSIC) coincide en que el deshielo de los polos puede llegar a ser muy importante: “Si las aguas de la corriente que llegan al norte pierden salinidad, podrían dejar de hundirse y se pararía todo el circuito, lo que tendría consecuencias brutales en el clima de toda la Tierra”.

Este escenario se presenta de forma exagerada en películas como El día de mañana, donde en cuestión de días todo el hemisferio norte se enfrenta a una nueva época glacial. “Los cambios pueden llevar décadas, pero no hay que descuidar las tendencias que ofrecen la mayoría de los modelos, ya que, llegado el momento, el peligro auténtico es que se produzca un fenómeno irreversible”, dice Font.

Mientras tanto, grupos oceanográficos de todo el mundo armados con boyas, sensores y satélites tratan de desvelar las relaciones que se establecen entre el clima y las corrientes.

“El satélite Soil Moisture and Ocean Salinity (SMOS), por ejemplo, ha permitido delimitar mejor el flanco sur de la corriente del Golfo, marcado sobre todo por un gradiente de salinidad”, explica Font, director científico de esta misión de la Agencia Espacial Europea, “porque el flanco norte, delimitado por gradientes de temperatura, ya se conocía bien por las imágenes infrarrojas de otros satélites”.

El investigador también forma parte del proyecto SPURS, que analiza en campañas como la de las Azores la zona más salina de los océanos abiertos: el giro subtropical del Atlántico norte, del que la corriente del Golfo es su límite occidental. Otros proyectos, como Argo, en el que participa el Instituto Español de Oceanografía desde Canarias, ha desplegado 3.000 boyas por todo el mundo para facilitar datos sobre el estado de los océanos cada diez días.

Incluso tierra adentro se investiga la influencia de la corriente del Golfo. Ecólogos de la Universidad de Málaga han publicado este año un estudio que revela cómo su posición media en el Atlántico influye en la meteorología y algunos ecosistemas de Andalucía. Concretamente en el fitoplancton de El Gergal, un embalse cercano a Sevilla que suministra agua para la ciudad.

“Cuando la corriente del Golfo se desplaza hacia el norte, las condiciones meteorológicas se estabilizan y favorecen a unas poblaciones de cianobacterias –algunas tóxicas– que empeoran la calidad del agua del embalse; mientras que si se desplaza hacia el sur, se desarrolla más otro tipo de fitoplancton, las diatomeas, que no representan ningún problema, por lo que se puede tener en cuenta en el tratamiento del agua”, comenta Enrique Moreno, uno de los autores.

Se trata de un ejemplo más de las complejas relaciones que se establecen entre el clima, las corrientes oceánicas y los seres vivos. Quién le iba a decir a Ponce de León que la misma fuerza que impedía el avance de sus naves por Florida también influía en la calidad del agua que bebía en Sevilla. (Fuente: SINC/Enrique Sacristán)
Los periodos de alta actividad de incendios en la región amazónica pueden ser predichos con meses de antelación mediante una técnica basada en analizar datos sobre la acumulación de agua, según muestra un nuevo estudio.

El equipo de Yang Chen, James S. Famiglietti, James T. Randerson e Isabella Velicogna, de la Universidad de California en Irvine, analizó observaciones de la acumulación terrestre de agua efectuadas por la pareja de satélites GRACE (por las siglas de Gravity Recovery and Climate Experiment), junto con observaciones satelitales de la actividad de incendios.

Las observaciones hechas por los satélites GRACE se basan en mediciones de los cambios en el campo gravitatorio de la Tierra causados por las redistribuciones regionales en la masa del planeta, incluyendo las capas de hielo, los océanos y el agua que hay en la superficie terrestre y en los acuíferos subterráneos. En definitiva, las mediciones de gravedad proporcionan información sobre la cantidad de agua subterránea o en la superficie que hay en una región dada.

Los investigadores compararon años de alta y baja actividad de incendios en el período entre el año 2002 y el 2011, y encontraron que en los años de alta actividad, la acumulación de agua en tierra firme durante los meses previos a la temporada de incendios solía ser inferior al promedio, mientras que en los años de baja actividad de incendios, dicha acumulación de agua en los meses previos a la estación seca era por regla general superior al promedio.

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Llamas de gran altura en una zona boscosa. (Foto: Dan Borsum, NOAA / NWS / WR / WFO / Billings Montana)

Esto sugiere que las mediciones de este tipo, como las hechas por los satélites GRACE, pueden brindar información que ayude a predecir con varios meses de antelación la severidad de la temporada de incendios en la región amazónica.

Los satélites GRACE, fruto de una colaboración entre la NASA y la Agencia Espacial Alemana (DLR), fueron lanzados al espacio desde el cosmódromo de Plesetsk en Rusia el 17 de marzo de 2002.

Los resultados de una investigación efectuada en Japón apuntan a que el té verde y el café pueden ayudar a reducir los riesgos de sufrir un derrame cerebral, especialmente cuando ambos son consumidos de forma regular. Las personas investigadas en el estudio que bebieron diariamente té verde o café tuvieron un riesgo aproximadamente de un 20 a un 30 por ciento menor de sufrir un tipo de derrame cerebral, en comparación con quienes consumieron esas bebidas con poca frecuencia.

Éste es el primer estudio a gran escala que examina juntos los efectos del té verde y del café sobre el riesgo de sufrir derrames cerebrales.

El equipo del Dr. Yoshihiro Kokubo, del Centro Nacional Cerebral y Cardiovascular de Japón, preguntó a 83.269 adultos japoneses sobre sus hábitos de consumo de té verde y café, y mantuvo un seguimiento de esas personas a lo largo de un promedio de 13 años. El equipo encontró que cuanto más té verde o café bebía la gente, menor era su riesgo de sufrir un derrame cerebral (accidente cerebrovascular o ataque de apoplejía).

Las personas que bebían al menos una taza de café al día tenían un 20 por ciento menos de riesgo de derrame cerebral que quienes raras veces bebían café.
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Una taza de té verde. (Foto: Amazings / NCYT / JMC)

Las personas que bebían de dos o tres tazas de té verde al día tenían un riesgo un 14 por ciento menor de derrame cerebral y las que bebían al menos cuatro tazas tenían un 20 por ciento menos de riesgo, en comparación con quienes raras veces bebían té.

Las personas que bebían al menos una taza de café o dos tazas de té verde al día tenían un 32 por ciento menos de riesgo de hemorragia intracerebral, en comparación con las que raras veces consumían estas bebidas. (La hemorragia intracerebral ocurre cuando un vaso sanguíneo se rompe y sangra dentro del cerebro. Alrededor del 13 por ciento de los derrames cerebrales son hemorrágicos.)

Los participantes en el estudio tenían entre 45 y 74 años de edad, había prácticamente la misma cantidad de hombres que de mujeres, y no padecían de cáncer ni de enfermedades cardiovasculares.

Durante los 13 años de seguimiento, los investigadores revisaron los registros médicos hospitalarios y certificados de defunción de los participantes, recopilando datos sobre enfermedades cardiacas, derrames cerebrales y causas de muerte. También ajustaron sus resultados para tener en cuenta la edad, el sexo y factores del estilo de vida como el hábito de fumar, el consumo de alcohol, el peso, la dieta y la práctica de ejercicios físicos.

El té y el café son las bebidas más populares en el mundo después del agua, por lo que los resultados de esta investigación podrían en principio aplicarse a la población de otros países.

No está claro cómo el té verde influye sobre el riesgo de sufrir derrames cerebrales. Un grupo de compuestos conocido como catequinas podría proporcionar cierta protección. Las catequinas tienen un efecto antiinflamatorio y antioxidante, incrementando la capacidad antioxidante y los efectos antitrombogénicos del plasma.

El café contiene ácido clorogénico, el cual reduce el riesgo de sufrir un derrame cerebral mediante la disminución de las posibilidades de desarrollar diabetes tipo 2.

Por supuesto, como ocurre con cualquier producto, un consumo excesivo de café o té es perjudicial para la salud, de modo que nadie debería comenzar a beber cantidades ingentes de té o café. Aparte, hay personas con alergias u otros problemas de salud a quienes pueden no sentarles bien estas bebidas.

En la investigación también han trabajado Isao Saito, Kazumasa Yamagishi, Hiroshi Yatsuya, Junko Ishihara, Manami Inoue y Shoichiro Tsugane.

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La expresión del gen Gadd45g es esencial en la determinación del sexo, fertilidad y desarrollo de testículos, según demuestra una investigación liderada por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). El trabajo, publicado en la revista PLOS ONE, revela que el bloqueo de este gen impide el desarrollo de testículos y provoca el crecimiento de órganos sexuales femeninos, independientemente de la presencia del cromosoma Y. 

La familia de genes Gadd45 está compuesta por el a, el b y el g. Diferentes experimentos han silenciado cada uno de ellos y sus diferentes combinaciones por parejas. El investigador del CSIC en el Centro Nacional de Biotecnología Jesús Salvador, que ha dirigido la investigación, explica: “Los resultados indican que Gadd45g es el único miembro de la familia que tiene una función clave en la determinación del sexo y el desarrollo de testículos”. Para el investigador del CSIC fue “sorprendente descubrir que en su ausencia todas las crías de ratón eran fenotípicamente hembras aunque al poseer el cromosoma Y fuesen genéticamente machos”. 

Gadd45g es un regulador positivo del gen SRY, que se localiza en el cromosoma Y. Según el trabajo, la ausencia de Gadd45g impide la expresión de SRY, lo que frena el desarrollo de las gónadas masculinas. 

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Un bebé duerme en su cuna. (Foto: DICYT)

Menos de uno entre cada 4.500 recién nacidos en el mundo presenta anomalías de la diferenciación sexual. Su baja frecuencia las cataloga como patologías raras. Son causadas por diferentes alteraciones durante alguna etapa del desarrollo fetal. Salvador explica que, aunque se han descrito algunas mutaciones asociadas a estas patologías, la mayoría de ellas no tiene un diagnóstico definido. 

Para el investigador del CSIC, “la identificación del papel fundamental que Gadd45g juega en el desarrollo sexual embrionario puede ser muy importante para el esclarecimiento del diagnóstico etiológico de este tipo de patologías”. 

La investigación ha contado con la colaboración del Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares y de la Universidad Complutense de Madrid. (Fuente: CSIC/DICYT)
En la actualidad, la pregunta clave para los estudiosos del hielo ártico ya no es "¿Habrá veranos casi libres de hielo?", sino ¿Cuándo habrá veranos casi libres de hielo?".

Es difícil contestar a esa segunda pregunta, pero dos científicos han llegado recientemente a la conclusión de que ese "cuándo" será más pronto de lo que muchos piensan, pues vaticinan que la situación expuesta ocurrirá antes del año 2050, e incluso quizá dentro de tan sólo una o dos décadas.

Estos científicos son James Overland del Laboratorio Medioambiental Marino del Pacífico (PMEL) de la NOAA (la Administración Nacional estadounidense Oceánica y Atmosférica) y Muyin Wang del Instituto Conjunto para el Estudio de la Atmósfera y el Océano (JISAO), una institución que depende de la NOAA y de la Universidad de Washington.

No hay una forma perfecta para predecir la pérdida estival de hielo en el Océano Ártico. Así que Overland y Wang usaron tres métodos que vaticinaron tres fechas diferentes, pero todos ellos coinciden en predecir que los veranos árticos carentes casi por completo de hielo comenzarán a darse antes de mediados de este siglo.

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Científicos de la NOAA durante una investigación en el Ártico. (Foto: NOAA / Jeremy Potter)

Tal como advierte Overland, esta pérdida acelerada de la cubierta de hielo marino ártico es con mucha probabilidad el indicador más visible del cambio climático global.

Conviene dejar claro, tal como enfatizan Overland y Wang, que la situación pronosticada no es de una ausencia total de hielo en verano, sino casi total, ya que se asume que durante el verano siempre quedará un poco de hielo al norte del Archipiélago Canadiense y Groenlandia.